dimecres, 17 d’abril del 2019

Antologia 2018: Helena Sauras


HELENA SAURAS

TORTOSA

Nit d’estigma

Somni o realitat? Qui em persegueix? Fosca o llum?
Oculto el diagnòstic de la malaltia... Parlar no vull.
L’estigma es nodreix d’incerta nit allà dalt, al cim!
Tanco amb pany la finestra de la testa. Callo. No puc.
I ploro quan prenc consciència: a l’arribar al pic.
Tot flueix. Sóc així, a la meva manera. I alhora ric...
Els altres no comprenen la cançó que sento al pit,
als polsos, a dins del cor... Al fons, un secret tinc.
I venen laberints d’insomni, de tristesa, de grisa
ansietat, d’eufòria, d’aïllada solitud. I aquí estic.
L’art pot frenar el sofriment dels camins de la ment.
(I escric un somriure fèrtil al terra, al sòl de la nit).



¿De qué color es mi dolor?

Amarillo como el gorjeo de los pájaros que no regresarán,
rojo como ese calor que me achicharra el ánimo,
azul como el hielo del mar que habita en mi morada.
¡Ay, olor de los días malsanos y dolor primario del alma!
Naranja como el otoño que decae y se recuerda en mi mente,
violeta como la noche espesa que apunta al alba,
verde como la libreta muerta de ideas y ya olvidada.
¡Ay, dolor secundario que lo envuelves todo en tu marcha!
Si pudiera pensarte, color, con solo verte te diría una sensación:
«Hoy me estás besando diferente en cada momento, en cada paso.
Nota el blanco del dolor: una diana. Yo su suma, luz y centro».
Pero noto lo negro, tu ausencia: una onda en el vacío de tus labios.




Tu rostro en poema

Contemplarte desde esa distancia
que me impide separarte.
Tu llamarada me era tenaz,
la sentía enganchada a mi piel;
dos puntos abiertos tus pupilas
que giraban como dos bailarinas,
me iluminaron y, con su gracia, fui capaz
de hipnotizarme a partir de tu mirada.

Mi alma miope, la tuya rapaz,
se apoderó de mis oscuros ojos.
En tu intento, no fui sagaz,
y se estrellaron dos luceros; fugaz,
el momento que viví enrollada en ti.

Me ciega la oscuridad, ausencia de ti,
mas te siento todavía en el suspiro,
en el firme viento, en tu respiro
que se cuela por las húmedas hojas de papel.
Mi osado logro fue captarte,
y caigo en esa espiral que me desnuda…

Me aspiras cada sentido,
que vas haciendo tuyo y conociendo de cero.
Tu rostro ya no puedo describirlo en versos.
Ya no eres poema, un único fanal
necesitaría para verte, un canal
que abra la carne de mis labios.

No puedo. Recitaré desde la memoria pues,
el momento tenaz en que me prendí de ti,
el que convirtió tu rostro en poema.



El olor de tu silencio

¿A qué huele tu silencio?
En mitad de la ciudad dormida,
no oigo el llanto de tus ojos parados y tristes,
ni la pared de tu cara estampando ronquidos de versos,
ni la brisa del lunar partiendo tus labios en dos luceros.

No oigo nada,
porque sin ti, estoy sordo.
No es sonora tu marcha,
discretamente huyes
de mí, fluirían los versos más hondos
si pudiera hablarte. Si pudiera…
Oír tus pasos todavía.
Pero ando solo a través del vacío,
a través del duelo,
del doloroso dolor del silencio.

Me late el pulso en la sien.
Entre la postal y las sábanas húmedas,
imprimo una lágrima prohibida,
porque me juré que no te extrañaría.

Luz de sentimiento de seda y agonizante:
la pérdida.
La mía, la tuya; la nuestra:
el pulso de tu huida cobarde.
Que perdí.
Un fin.
Te fuiste sola y sin mí.

 
© Helena Sauras

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